viernes, 5 de junio de 2009

REVOLUCIÓN RUSA


Revolución Rusa, conjunto de acontecimientos que tuvieron lugar en la Rusia imperial y culminaron en 1917 con la proclamación de un Estado soviético, denominado desde 1922 Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El término Revolución Rusa hace referencia a las dos revoluciones que triunfaron en 1917. La primera, que comenzó con la rebelión ocurrida entre el 8 y el 12 de marzo de 1917 (del 23 al 27 de febrero del calendario juliano, empleado entonces en Rusia), derrocó a la monarquía autocrática imperial; suele ser denominada Revolución de febrero. La segunda, que se inició con una insurrección armada el 6 y 7 de noviembre (24 y 25 de octubre), fue organizada por el partido bolchevique en contra del Gobierno Provisional instaurado tras la primera fase revolucionaria y operó una transformación en las relaciones económicas, políticas y sociales de la sociedad rusa; se denomina Revolución Bolchevique o Revolución de Octubre. (El calendario gregoriano fue adoptado por el gobierno soviético el 31 de enero de 1918; todas las fechas que aparecen en el artículo corresponden al nuevo calendario).

ANTECEDENTES: Las reformas emprendidas por el zar Alejandro II (1855-1881) habían generado una corriente en favor del cambio constitucional. Los gobiernos locales (zemstvo) eran considerados como el embrión de un gobierno parlamentario y la liberalización en materia legal estimuló la elaboración de una legislación también a escala nacional. La abolición de la servidumbre promovió el deseo y la necesidad de una reforma agraria de mayor alcance; con el nuevo plan de educación instituido por el zar, que permitió el acceso de los jóvenes que no pertenecían a la nobleza a la enseñanza secundaria y las universidades, surgió un gran colectivo de estudiantes que se convertirían en la vanguardia revolucionaria. El primer paso fue la organización de un partido que protagonizara el proceso de lucha; en 1898, en Minsk, quedó fundado el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) que en su II Congreso (1903) ya contaba con dos facciones enfrentadas: mencheviques y bolcheviques.

LA REVOLUCIÓN DE MARZO: El esfuerzo de la I Guerra Mundial —un conflicto para el que Rusia no estaba preparada—, la presión de los partidos de la oposición, que desprestigiaban constantemente a la familia imperial por el trato íntimo que ésta dispensaba al monje Grígori Yefímovich Rasputín y denunciaban la ineficacia del gobierno, así como la propia incompetencia de la dinastía gobernante se convirtieron en un lastre demasiado pesado para el régimen absolutista. En marzo de 1917 se celebró una manifestación en Petrogrado (en la actualidad, San Petersburgo), con motivo del Día Internacional de la Mujer, que se convirtió en una protesta contra la escasez de alimentos a la que se unieron tropas amotinadas; el gobierno no consiguió restablecer el orden y el poder quedó en manos de un Gobierno Provisional formado por los miembros más destacados de la Duma estatal. El zar Nicolás II, que no contaba con el apoyo de ninguna fuerza, abdicó. Su hijo quedó excluido de la sucesión debido a su frágil salud, y el hermano del zar, el gran duque Miguel, declinó la corona salvo que ésta le fuera ofrecida por la Asamblea Constituyente recién reunida; dado que esto no fue posible, la dinastía Romanov, después de tres siglos de reinado en Rusia, fue derrocada.

EL GOBIERNO PROVISIONAL Y EL SOVIET DE PETROGRADO: El Gobierno Provisional aplicó inmediatamente diversas reformas liberales y abolió el cuerpo de policía, sustituyéndolo por una milicia popular. La libertad de expresión permitió a los socialistas proclamar finalmente su oposición a la guerra y reclamar una paz democrática sin reparaciones ni anexiones. Imperaba una atmósfera de júbilo y reconciliación que afectaba incluso al partido más beligerante, el bolchevique, cuyos líderes regresaron de su exilio en Siberia para dirigir la política de la organización en ausencia de su verdadero jefe, Lenin, que se encontraba aún en Suiza. Liev Kámenev y Iósiv Stalin, redactores del periódico bolchevique Pravda (La Verdad), siguieron la línea general mantenida por el Soviet de Diputados de Obreros y Soldados de Petrogrado, y reclamaron apoyo para el nuevo régimen siempre y cuando su política no entrara en conflicto con los fines de la revolución. A la formación del Soviet de Petrogrado siguió la de otros muchos en distintas ciudades rusas, con lo que en Rusia quedó establecido lo que la historiografía posterior definiría como ‘doble poder’: el Gobierno Provisional y los Soviets.


El 16 de abril de 1917, Lenin consiguió llegar a Petrogrado. Su viaje había sido organizado por el Estado Mayor alemán, que sabía que Lenin era un elocuente orador que defendería la retirada rusa de la contienda que se venía desarrollando en Europa. Partió en un tren especial que cruzó Alemania con destino a Suecia, y desde allí se dirigió Rusia a través de Finlandia. Tras su llegada, Lenin expuso las llamadas Tesis de Abril, en las que declaró que los bolcheviques no apoyarían al Gobierno Provisional, y pidió la confraternización de los soldados de los diversos estados en el frente para poner fin a la guerra imperialista e iniciar la revolución a escala internacional. Su partido repudió estas tácticas inicialmente alegando que desembocarían en un aislacionismo suicida para los bolcheviques; sin embargo, al cabo de un mes, Lenin les había persuadido de que la única forma de que triunfara la revolución socialista era que Rusia abandonara la lucha en Europa y los bolcheviques se mantuvieran independientes, evitando alianzas con otros partidos, especialmente con la mayoría menchevique del Soviet de Petrogrado. Durante los meses siguientes, la propaganda de los bolcheviques, fortalecidos tras el regreso del exilio en Europa y Estados Unidos de Liev Trotski, promovió constantemente esta idea, por lo que fueron el Soviet de Petrogrado y el Gobierno Provisional los que quedaron aislados a mediados del verano, frente a las fuerzas que reclamaban el fin de la lucha en Europa.


Mientras el gobierno intentaba seguir fiel a su política de continuar la guerra hasta su conclusión satisfactoria y mantener sus pactos con las potencias aliadas —actitud que le supuso el desprecio del pueblo, que le consideraba el heredero político del zar— y los socialistas moderados del Soviet se afanaban en vano por perfilar un programa sencillo que las masas pudieran entender y respaldar, los bolcheviques continuaban su campaña derrotista en defensa de la fraternización. Hacia mediados de mayo, la desintegración del Ejército era tal que, cuando el ministro de Guerra y el ministro de Asuntos Exteriores dimitieron debido a que éste último hizo públicos los objetivos bélicos del gobierno, Alexandr Kerenski, un miembro del grupo socialista, decidió que podría desempeñar el cargo de ministro de Guerra para intentar frenar el deterioro de la situación. Recorrió el frente pronunciando discursos alentadores y pidió a las tropas que entregaran su vida por un país democrático, no que acudieran al campo de batalla obligados por los látigos y las armas de los superiores, como había sido su situación cuando combatía a las órdenes del zar. La moral de las tropas se restableció temporalmente.


En esos momentos, había cuatro ministros socialistas en el gobierno, lo cual sirvió únicamente para moderar las críticas y la oposición del Soviet. Sin embargo, Lenin continuó reclamando “todo el poder para los Soviets”, a la vez que atacaba a los socialistas que habían sido seducidos por el poder. En el Congreso de Soviets de toda Rusia, que se celebró el 16 de junio, un delegado menchevique afirmó enérgicamente que ningún partido podría gobernar en solitario ante tales circunstancias, a lo que Lenin replicó que los bolcheviques sí eran capaces de hacerlo. Sus palabras fueron recibidas con abucheos y burlas. En este I Congreso de Soviets, se creó un órgano central para la organización de los mismos: el Comité Ejecutivo Central de Soviets de toda Rusia (VTsIK).


El Gobierno Provisional, incapaz de solucionar los problemas internos y anhelando poner fin a sus compromisos con los aliados occidentales, lanzó una ofensiva a finales de julio que fracasó y provocó la desorganización del Ejército. Parecía que la propaganda bolchevique estaba justificada y los soldados, en palabras de Lenin, “votaron con los pies” cuando desertaron del frente. La situación en Petrogrado era tal que el Congreso de Soviets se vio obligado a reclamar la abolición de la Duma y la convocatoria de una asamblea constituyente para el 30 de septiembre. La gran influencia de los bolcheviques quedó demostrada en una manifestación organizada por el Soviet, a la que acudieron 400.000 trabajadores de Petrogrado, y a la que siguió una marcha armada de 500.000 trabajadores, soldados y tropas procedentes de la fortaleza insular de Kronstadt los días 16, 17 y 18 de julio. Las fuerzas de los bolcheviques se encontraban en el núcleo más beligerante de esta gran masa armada, formada por tropas de guarnición poco dispuestas a poner en práctica el plan del Gobierno Provisional; éste consistía en enviar a los soldados al frente siguiendo un sistema rotativo, mientras que los bolcheviques deseaban mantenerlos en la capital para hacerse con el poder.

EL AUMENTO DEL PODER DE LOS BOLCHEVIQUES: Parecía que había llegado el momento de que los bolcheviques asumieran el mando, pero Lenin no confiaba aún en que su partido contara con suficiente apoyo fuera de la capital o en que el Gobierno Provisional hubiera perdido el respaldo del Ejército; por ello, trató de convencer al Soviet de que sus intenciones eran pacíficas. A su vez, el gobierno estaba preparando un proceso contra Lenin, al que se acusaba de ser un agente al servicio de Alemania. Sin embargo, Lenin fue puesto sobre aviso y pudo huir a Finlandia. En Petrogrado, los bolcheviques tuvieron que hacer frente a una prensa hostil, y a la opinión pública, que les acusaba de intentar traicionar al Ejército y de estar preparando un golpe de Estado.


Resulta paradójico que los bolcheviques acabaran salvándose gracias al propio gobierno. Mientras Lenin y su partido atacaban al gobierno por su lamentable administración en todos los campos, un ansia de revanchismo se había apoderado de los oficiales del Ejército, liderados por su comandante en jefe, el general Lavr Kornílov. El lema “democracia soviética” impedía a los oficiales cumplir con su deber militar tanto en el frente como en la retaguardia, y la ola de indignación se materializó en un plan de acción. Kornílov apremió a Kerenski, que se había convertido en primer ministro el 20 de julio, para que le permitiera dirigirse a la capital con una división de tropas leales, eliminar a la oposición e implantar una dictadura militar. Kerenski accedió en un principio, pero revocó la orden más tarde ante el temor de ser él mismo uno de los objetivos de Kornílov. Éste ignoró la anulación de la orden y avanzó hacia la capital. Kerenski mandó que fuera arrestado y solicitó al Soviet y los bolcheviques, a los que suministró armas, que defendieran Petrogrado. Mientras tanto, los soldados y trabajadores que habían de hacer frente a las tropas de Kornílov consiguieron convencerlas de que no avanzaran, con lo que concluyó el golpe de Estado.


Sin embargo, estos acontecimientos tuvieron dos importantes consecuencias: la acción del gobierno fue considerada como una traición por el cuerpo de oficiales, por lo que el gabinete de Kerenski perdió prácticamente todo el apoyo militar, mientras que sus más acérrimos enemigos, los bolcheviques, tenían a su disposición en esos momentos a 40.000 soldados disciplinados y armados, la Guardia Roja. Lenin comenzó a preparar la campaña para llevar a cabo una rebelión armada. Desde su refugio finés, envió numerosos artículos al diario Pravda y dirigió diversas cartas al comité del partido bolchevique; había llegado el momento de que el Soviet se hiciera con el poder. A pesar del fervor con el que había alentado a sus seguidores, Lenin no estaba seguro de que la revolución pudiera triunfar ni de que ésta fuera acogida favorablemente en todo el país. Fue Trotski, entonces presidente del Soviet de Petrogrado, quien encontró la solución; tras formar el Comité Militar Revolucionario, convenció a Lenin de que hiciera coincidir el alzamiento con el II Congreso de los Soviets, convocado para el 7 de noviembre, y declarara que el poder había sido transferido a los Soviets de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos, con lo que disminuiría el riesgo de que se le acusara de haber usurpado el poder en nombre de la clase trabajadora.


En la noche del 6 de noviembre, la Guardia Roja ocupó los emplazamientos claves de la capital y tomó el Palacio de Invierno, en donde fueron arrestados los ministros del Gobierno Provisional (Kerenski consiguió escapar). Al día siguiente, Trotski anunció, según lo previsto, el traspaso del poder a los Soviets.


EL NUEVO GOBIERNO: El Congreso de Soviets de toda Rusia se reservó para sí el poder supremo en la nueva estructura gubernamental. El cumplimiento de las decisiones aprobadas en el Congreso se encargó al Soviet (Consejo) de Comisarios del Pueblo (o Sovnarkom), que constituía el primer Gobierno Obrero y Campesino, y tenía un carácter provisional hasta que fuese convocada una Asamblea Constituyente. Su autoridad estaba supeditada al Congreso de los Soviets y a su Comité Ejecutivo Central. Cada uno de los comisarios presidía una comisión, el equivalente de los ministerios de otros regímenes. Lenin fue elegido presidente del primer Sovnarkom, gabinete en el que también ingresaron Trotski (como comisario del pueblo —ministro— para las Relaciones Exteriores) y Stalin (comisario del pueblo para las Nacionalidades).


Los Decretos sobre la Paz (para iniciar rápidamente negociaciones que condujeran a la misma) y sobre la Tierra (nacionalización de ésta y abolición de los grandes latifundios sin indemnización), adoptados por el II Congreso de Soviets de toda Rusia antes de su disolución, recibieron un amplio apoyo por parte del nuevo gobierno, y fueron decisivas a la hora de garantizar la victoria de los bolcheviques en otras ciudades y provincias. El 15 de noviembre, el Consejo de Comisarios del Pueblo proclamó, mediante la Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia, el derecho a la autodeterminación de éstos, sobre la base de la plena igualdad y soberanía, lo que abría la posibilidad de que las nacionalidades que habían sido integradas por la fuerza en el Imperio zarista pudieran separarse voluntariamente; no obstante, esta cámara expresó su confianza en que los trabajadores de distintos pueblos nacionales decidieran permanecer en Rusia. Se nacionalizaron los bancos y se concedió el control de la producción a los trabajadores. La industria se fue nacionalizando gradualmente. La Asamblea Constituyente, que se reunió en Petrogrado en enero de 1918, y en la que los bolcheviques eran únicamente una pequeña minoría, fue disuelta por el nuevo gobierno, alegándose que, en tanto que representaba la fase burguesa de la revolución por haber sido convocada por el Gobierno Provisional, debía ser sustituida por una auténtica institución revolucionaria, como sucedió de hecho cuando en su lugar fue reunido el III Congreso de Soviets de toda Rusia, que aprobó la Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, como preámbulo de la Constitución por la que quedó proclamada la República Socialista Soviética Federada de Rusia.


LA GUERRA CIVIL:Una vez que los bolcheviques se hicieron con el control, el nuevo gobierno puso fin a la participación de Rusia en la I Guerra Mundial a través de la firma de la Paz de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918. De acuerdo con lo establecido en este tratado, los rusos se vieron obligados a entregar los estados bálticos, Finlandia, Polonia y Ucrania. El pueblo se indignó por la pérdida de estos territorios, y la oposición al partido bolchevique provocó una guerra civil que se inició en 1918 y concluyó en 1920. El gobierno de Lenin, establecido en Moscú —la nueva capital—, adoptó medidas para eliminar a sus rivales políticos. Aunque el campesinado no era seguidor de los comunistas, decidió apoyarles ante el temor de que una victoria de los ‘blancos’ acarreara la restauración de la monarquía. El Ejército Blanco, desorganizado y con escasos apoyos, fue derrotado en 1920 por el Ejército Rojo.


Lenin y el Partido Comunista Ruso (nombre que recibió en 1918 la formación política integrada por los bolcheviques del antiguo POSDR) se hicieron con el control del país. Las huelgas de los trabajadores, las revueltas campesinas y la rebelión de la guarnición de Kronstadt, que reclamaba un gobierno formado exclusivamente por socialistas, fueron reprimidos en poco tiempo. En 1921, Lenin estableció la Nueva Política Económica para fortalecer al nuevo Estado, empobrecido tras siete años de desórdenes y declive económico. El 30 de diciembre de 1922 se constituyó oficialmente la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en la que los territorios étnicos del antiguo Imperio Ruso se unieron a la República Socialista Soviética Federada de Rusia.

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